¡Qué feo es decir mentiras!
(Engaño de Esaú, Génesis 27-28)
En aquel tiempo
era costumbre que el hijo mayor fuera elegido jefe de la familia cuando el padre fallecía.
Como Isaac ya era muy anciano, no se podía mover y estaba ciego, llamó entonces a Esaú, el mayor de los mellizos, para darle su bendición. Pero antes le pidió que cazará un ciervo y se lo preparará. Esaú tomó su equipo de cacería y se fue a buscar la presa.
Rebeca,
al oír la conversación, mando llamar a Jacob y le pidió que preparará un delicioso guiso y se lo llevara a Isaac antes que llegara Esaú.
Jacob preparó el delicioso plato y se lo sirvió a su padre, pero antes se cubrió con una piel de cabra para parecer tan velludo como su hermano Esaú. Al tocarlo, Isaac pensó que era Esaú y procedió a darle la bendición como nuevo jefe de la familia.
En el momento
en que Jacob salía de la habitación de su padre, Esaú entró con el ciervo guisado.Cuando Esaú le pidió la bendición, el anciano Isaac se dio cuenta de que Jacob lo había engañado.
Esaú
se puso muy furioso con su hermano y deseaba en ese instante quitarle la vida. Rebeca decidió enviar a Jacob a donde Labán, su tío, que vivía muy lejos.
Durante
su viaje, una noche Jacob soñó que una escalera muy larga descendía del cielo a la tierra, y por ella subían y bajaban muchos ángeles, y que Dios le prometía protegerlo siempre. Al día siguiente, Jacob despertó muy feliz, sin cansancio, y continuó su camino.
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